domingo, 26 de abril de 2009

Juanin el rey

En esta fotografía tan solo veréis un viejo ventilador. Muestra decadencia, a pesar de la modernidad del mando a distancia del televisor o del paquete del conocido comúnmente por “clinex”.Pero, para mí, puede ser un mundo de inspiración y de preguntas. ¿Que hace un ajado ventilador encima de lo que parece una mesita? Y esta es una mesita rara, muy rara y estrecha, en lo que parece una extraña habitación, adornada, su o sus paredes, con la cerámica que se usaba en las antiguas piscinas municipales. Vemos también un mando a distancia, por lo tanto habrá probablemente un televisor. Podríamos iniciar un relato con estos ítems:

Juanin se sentó frente al viejo aparato que emitía imágenes en negro.Todos mis vecinos tienen el televisor en color y algunos, en pantalla de plasma _reflexiono_. Si, _continuo_, mi vida ha sido sombría, por usar un adjetivo benévolo, que mejor seria decir que he tenido una vida muy pero que muy negra. Todas mis esperanzas se habían perdido poco a poco como en el desojado de una tierna margarita en el transcurso rápido y a la vez artrosico, camino de mi vida.
¡Sí!, muy joven era y, tan apuesto como brillante, decía mi madre y mis profesoras. Cuando pensando triunfar, marche de casa para vagar y conocer países lejanos. Sin pensarlo en voz alta, quería volver con una gran fortuna para impresionar a mis padres y a mis amigos. Quería ser alguien, y sin embargo, he terminado siendo una sombra que por no hablar con los vecinos, ni salgo de casa.
Cuando volví de mis correrías, volví sin nada, bueno casi sin nada. Sólo tenía un sinfín de ideas para montar unos negocios que me harían famoso; primero en mi ciudad, luego en mi país y por fin en el mundo entero de la moda juvenil. Pero, sobretodo, tenia a Janin. Ella era una dulce y cariñosa chica de mi edad, que aventurera como yo, me siguió hasta mi país. Hizo que mis fracasos primeros no me hundieran. Aunque los continuos tropiezos y mis intentos fantasiosos de negocios, qué sólo estaban en mi cabeza y que no se concretaban en nada, la fueron alejando de mi lado.
Un día, cambie unos productos míos por unas cajas de baldosas minis, gris perla. Llegue a casa exultante y, antes de que regresara Janin por la noche de la tienda donde trabajaba 12 horas diarias, embaldose una pared del comedor. Termine justo a tiempo de poder contemplar mi obra. Era muy original. Una de las paredes del comedor parecía la de una gran piscina. Me recordaba el agua, el mar... Janin!
La recibí con una gran sonrisa y le dije que lo había conseguido. También se alegro y nos abrazamos efusivamente, pero cuando le enseñe lo que había conseguido... Una pared de baldosas de piscina, lloro toda la noche.
Un día sonó el teléfono, al descolgarlo, la voz de la secretaria del jefe de ventas de unos grandes almacenes dijo que estaba interesado en mis proyectos. Productos de piel curtida para jóvenes (pulseras, bolsos, pasadores de pelo y rastas, cinturones y hasta zapatos) que había presentado en modelos para futura creación. Preguntaba que plazo y que producción podría alcanzar. Mí contento estaba justificado.
Ahora podría triunfar, pero al colgar el aparato, comprendí de repente, que ella ya no estaba a mí lado para compartirlo, y cuando marchó, después de la noche más amarga de su vida, me dejo bien claro algo: ¡No quiero saber absolutamente nada más de ti! No me busques, has arruinado mí juventud y mí vida. Te odio con el odio mas profundo con el que se puede odiar. Ya hace tiempo que no te quiero ni te querré nunca mas_La furia me nublo la vista al recordarlo, y la emprendí con todo lo que estaba a mi alcance. La botella, el vaso y la mesa; todo lo rompí de golpes certeros y pisotones, loco de ira. Las sillas fueron a dar una contra la pared y la otra contra el ventilador despedazándose ambos. Al fin, caí extenuado llorando amargamente...
Naturalmente, perdí la ocasión de las ventas en grandes cantidades de los productos que confeccionaba artesanalmente en casa. Tenía en proyecto ampliar la fabricación con los contactos que tenia en Ibiza, amigos de antaño. Nada hice, que importaba si ella no estaba.
Luego, una gran negrura invadió mi vida...

El olor fétido y el silencio en la casa de Juanin alertaron a los vecinos. Los municipales le encontraron, después de saltar por encima de centenares de bolsas de basura, sentado en su raída i sucia butaca, con un cubo lleno de orines al lado del ajado ventilador, frente al negro televisor que, en señal de duelo, solo emitía parpadeos blancos sobre su fondo negro.